Un viaje soñado

Cuatro de abril

Todo parecía ir de maravilla, hasta que a Lourdes se le ocurrió beber agua de Marte. Pero lo que no sabía era que el el líquido tenia efectos secundarios. Apenas una gota de agua tocó sus suaves labios ella se empezó a brotar y a ponerse toda roja.

Dieciséis de abril
Lourdes estuvo mejorándose mientras que yo estuve examinando rocas que fui encontrando. Kevin me empezó a angustiar. Desde ayer que no vuelve a la nave, tendré que esperar hasta mañana. Él me había dicho que iría a buscar cosas interesantes. De seguro le llevó mas tiempo de lo esperado.

Veintitrés de abril
Era el último día, todos estaban ordenando sus cosas. Un rato después, salí por última vez a ver Marte, y cuando volteé a ver la nave me había hecho recordar esas tardes de juegos con mi nave, lejos en el tiempo, cuando era pequeño.
Despegamos. Lourdes me estuvo mirando mientras sonreía, y Kevin no pudo dejar de mirar el planeta rojo desde la ventana. De repente, corrió hacia mi gritando:
– ¡Meteoritos!
Traté de esquivarlos haciendo maniobras hasta que logré salir de allí. Pero no acabó en ese momento: un pedazo de roca había atravesado la ventana de la cabina y se incrustó en mi estómago.
Desperté, en mi cama, a las tres de la mañana. Todo había sido un sueño más.

Por Larissa Centurión